Entendiendo una parte de la diversidad cultural de Bolivia
Bolivia goza de una riqueza cultural increíble; los Weenhayek son una de esas tantas culturas que viven en un pequeño barrio dentro de Villamontes, que más que un barrio, es una pequeña comunidad dentro de la propia ciudad.
Al empezar el invierno, las orillas del río Pilcomayo abren sus puertas para que las familias weenhayek se asienten en ellas a pescar con redes los diferentes peces que bajan acompañando la corriente del río. Esta es una costumbre de la cultura weenhayek ya que, para asentarse en el río, toda la comunidad: niños, adultos y ancianos, dejan sus casas para mudarse temporalmente. Llegando a este lugar, nos entrevistamos con Luisa Retamozo, una mujer weenhayek que es el vínculo perfecto para conocer y entender un poco de esta cultura; además de conocer su propia historia de superación.
“Años antes perdíamos el año escolar por ir en temporada de pesca a vivir a la orilla del río, no podíamos seguir asistiendo al colegio, ahora tenemos otro calendario y nos basamos en ese para el año escolar también” comenta Luisa.
Los weenhayek tiene muchas costumbres diferentes a las que conocemos. Es muy curioso, pero ellos como comunidad no se rigen al calendario gregoriano como lo hace el resto de Bolivia, se manejan con un calendario diferente que les permite tener un sistema educativo que se adapta a la forma de vida que tiene la cultura. El decreto supremo N23500 reconoce y protege a esta cultura, sus costumbres y tradiciones.
Si bien es muy interesante conocer mas de los weenhayek, también es muy complicado hacerlo, no solo por los lenguajes diferente que manejamos, si no por que se caracterizan por la poca confianza hacia gente que no pertenece a la misma cultura.
Todas las historias tienen excepciones, y claro que esta también tiene una, pues en medio de la caza, la pesca y las artesanías se crió una mujer weenhayek, soñadora y con mente de empresaria, determinada y valiente. Ella es el lazo perfecto entre la cultura Weenhayek y la cultura “castellana” como ellos la llaman.
Del weenhayek al castellano
Luisa Retamozo, hija de dos artesanos weenhayek, es una mujer que con el paso del tiempo y las experiencias que le tocaron vivir, se fue mezclando con la cultura “castellana” y quien, de a poco, va generando un cambio positivo en su comunidad; paso a paso va abriendo las puertas al turismo y al comercio de todas las maravillas que las manos indígenas de su comunidad crean.
Aun que para ella no fueron fáciles las primeras interacciones que tuvo fuera de su comunidad, sí tuvo la capacidad de adaptarse a cada situación difícil y salir adelante.
En un pequeño cuarto en medio de un patio de tierra está la tienda de artesanías de doña Luisa y sus hermanos. Mientras nos relataba su historia, afuera no cesaba la lluvia y una gotera en el techo de calamina acompañaba la voz de Luisa Retamozo.
“Cuando terminé los cursos en la comunidad, tuve que cursar 8vo en el colegio de Villamontes. Prácticamente no hablaba nada de español. Me acuerdo que había mucho racismo” Luisa cuenta seria mientras sus manos sostienen una artesanía de la tienda.
Durante año, se viene luchando por que Bolivia sea un país inclusivo, donde todos sean iguales y gocen de las mismas libertades, sin embargo, incluso en la actualidad se puede ver un poco de racismo. Cuenta Luisa que esta fue una de las adversidades por las cuales tuvo que pasar y superar para ser la mujer que hoy es.
“Los profesores ya practicaban la igualdad, pero los alumnos todavía tenían mentalidad de racismo” cuenta Luisa.
Pero al parecer, no todos los profesores practicaban la igualdad, pues con la voz un poco entrecortada y la mirada perdida, Luisa nos comenta que, aunque la mayoría de los profesores trataban a todos por igual, había uno que no.
“Tuve un solo maestro de sociales, tocaba mucho el tema de los indígenas y nos llamaba matacos. Nunca lo voy a olvidar porque yo no podía hablar bien castellano. En las exposiciones me costaba, sabía el tema, pero no cómo expresarlo. Ese maestro me gritaba y después me quiso pegar con una vara, pero se calló cuando vio que me asusté.” Relata Luisa Retamozo.
Eran como diez compañeros en la clase que venían de la cultura weenhayek, varios de ellos desertaron del colegio debido al bullying y el racismo por el que tenían que pasar para terminar sus estudios secundarios. Luisa es una mujer determinada que, a pesar de no tener los recursos suficientes y sufrir de bullying y discriminación en el colegio, continuó cursando secundaria.
Luisa cuenta acerca de sus compañeros de colegio: “Éramos como 10 compañeros, muchos abandonaron por el bullying, era muy fuerte en eso tiempos”.
“Ese maestro nos decía: ustedes tienen que estudiar, ¿o quieren ser como esos matacos que viven en la calle? Cuando ellos nos llaman matacos, nos lo dicen de forma despectiva y para ofendernos” Es otra de las experiencias que nos comparte Luisa.
La adolescencia es una etapa de alta vulnerabilidad en general, Luisa tuvo que enfrentarla sola en un colegio culturalmente diferente, adaptase a un lenguaje nuevo, además de tener ignorar el bullying y la discriminación recibida por algunos compañeros y un profesor, sin embargo, nada la detuvo a continuar sus estudios para recibir en el futuro una educación superior.
“Eso afecta emocionalmente, lo digo porque una lo ha vivido” Luisa comenta seria acerca del impacto de la discriminación en su vida.
Uno de los sueños de Luisa era ser psicóloga, le gusta mucho esa área, ella sentía que así podía ayudar a mucha gente; actualmente es profesional en educación, desempeñando su carrera como profesora de kínder.
De amores y un poco más
Luisa es madre de dos hijos adolescentes y esposa de un hombre admirable, quien al igual que ella se desempeña como profesional en el área de educación.
Al terminar la secundaria, Luisa asistió a un internado para poder realizar sus estudios secundarios donde conoció a Marcelo, quien llegaría a ser el amor de su internado y mas allá su futuro esposo.
Este amor era un tanto prohibido, pues ambos vivían en un internado donde realizaban sus estudios superiores con ayuda de financiadores, y una de las reglas para ser parte de esta casa superior de estudios era no tener relaciones amorosas entre estudiantes.
“Es inevitable, siempre hay esa química, entre él y yo sí había” cuenta sonriente Luisa.
Como todo tiene un principio y un final, no podían ser eternas las escondidas y citas a ocultas, pues cada vez el secreto a voces iba creciendo e, inevitablemente, cada vez llegaba a más personas, al punto de llegar a oídos de los profesores y directores de la institución.
“Hablaban mucho los amigos, los chismes siempre corren” se ríe Luisa.
De esta forma Luisa y su esposo terminan contrayendo matrimonio, ya que al ser prohibidas las relaciones de noviazgo dentro del instituto, si querían continuar como pareja debían contraer matrimonio.
“En el último semestre descubrieron nuestro romance y no dijeron que nos teníamos que casar para poder seguir estudiando en el mismo lugar” cuenta Luisa.
Así es como entre libros y escondidas nació y creció el amor entre Luisa y su esposo, para dar inicio a un hermosa familia que vendría después.
Luisa Retamozo; una ventana entre ambas culturas
Luisa y su esposo se dedicaron a ejercer sus carreras profesionales tras acabar de cursar el instituto.
Mientras Luisa continuaba peleando por superarse y lograr todo aquello con lo que había soñado alguna vez, Roxana, la hermana de Luisa, se dedicó al trabajo tradicional de la familia, la artesanía. Luisa describe a su hermana como talentosa y creativa.
“A mis diez años empecé a aprender artesanías, vi que mis padres lo hacían y para matar el tiempo ayudaba a mi papá mientras hacía, pero yo quería estudiar” cuenta Luisa.
Luisa desarrolló su carrera en otros lugares y cuando decidió volver a su comunidad se encontró con que su hermana Roxana junto a algunas mujeres hacían artesanías para una mujer, cuyo nombre por ética no vale mencionar; esta mujer según cuenta Luisa, se aprovechaba de su hermana, de las otras mujeres y del carácter tímido que tenían, pues se quedaba con todos lo méritos y pagaba prácticamente miserias además de un mal trato incluido.
“La señora les maltrataba, les decía tú no vas a hablar, yo no mas voy a hablar porque soy su representante, les decía, cuando vean una cámara se ocultan y dicen ella es nuestra representante” cuenta Luisa molesta sobre el trato de la mujer hacia las weenhayek.
Cuando Luisa se dio cuenta, tomó cartas en el asunto y ayudó a que su hermana Roxana y las mujeres se independizaran de los malos tratos de dicha mujer y vendieran sus propias artesanías por cuenta propia.
Luisa menciona “Como no hay donde vender, tengo un cuartito que yo he hecho, era para mi hijo pero no teníamos donde poner porque ya nos llegaban a buscar personas para comprar. Llegaba la gente y mi hermana con su bolsón llegaba a mostrar. Lo que hicimos es usar el cuarto para acomodar todo para vender.”
Así nace la asociación familiar de la cual ahora Luisa y su familia perciben ingresos. Los hermanos de Luisa hacen muebles de palma y animales decorativos de troncos como de palo santo, Roxana desnuda sus habilidades para hacer carteras de palma, aros, individuales y diversas artesanías. A falta de abastecimiento, Luisa y Roxana abrieron las puertas de su pequeña tienda para que otras mujeres también puedan vender sus artesanías en el lugar.
“La cultura weenhayek es muy cerrada todavía, y cuando yo empecé a bordar tuve que aceptar que el castellano entre a mi casa, cosa que el weenhayek no permite. Lo que hice es romper un poco ese hielo que hay entre los castellanos, era necesario para visibilizar un poco más lo que hacemos y podamos vender” afirma Luisa.
Actualmente Luisa es una ventana entre ambos mundos, pues ella además de abrirse a contar su experiencia y compartir con quienes no son de su cultura, también comercializa sus creaciones artesanales y es el contacto perfecto para conocer un poco más de dónde viven y a qué se dedican.
Alma de Monte, la conexión con NATIVA
Si bien NATIVA constantemente desarrolla proyectos para mejorar los medios de vida de los sistemas sociales que forman parte del territorio, en el último tiempo también ha desarrollado un nuevo tipo de vínculo con los productores y productoras rurales, pues muchas veces, como vemos en esta historia, esta gente es abusada, el trabajo que realizan no es valorado, además del precio que les pagan por el tiempo dedicado a hacer artesanías es mínimo.
“Alma de Monte” es el nombre que recibe la nueva tienda de la Organización Nativa, proyecto que busca reivindicar y revalorar todos los productos artesanales de estas personas, Luisa es solo un ejemplo de varios, a través de la tienda ellos pueden vender y recibir el precio justo sin que alguien se aproveche de los mismos como pasa en muchas ocasiones.
Luisa es una de las cientas de historias de vida a las cuales Nativa decide aportar con un granito de arena, buscando motivar y apoyar al desarrollo y crecimiento de grandes mujeres como Luisa, quien, aunque no tuvo los recursos suficientes para lograr sus sueños a cabalidad, sí tuvo la capacidad de salir adelante en su medio y con su liderazgo jalar hacia adelante a quienes van junto a ella.
Alma de Monte tiene como objetivo final ser el punto de conexión de pequeños y medianos artesanos, además de ser un lugar donde se apoya a que los productos hechos a mano expandan sus fronteras y lleguen a otros territorios
Comercio justo y el apoyo para los productores rurales son los puntos principales por los cuales Nativa abre las puertas de “Alma de Monte”; sin embargo, también quieren que ésta sea un impulso para fomentar a que los emprendimientos sostenibles, ecológicos y orgánicos crezcan cada vez más, para que de esta forma los productores como doña Luisa puedan generar un ingreso extra para sus hogares.
Hay grandes mujeres con grandes historias, Nativa apoya el liderazgo femenino y ayuda a que estas grandes historias tengan grandes finales felices.