La gran biodiversidad de Bolivia la ubica entre los países de mayor importancia a nivel global. Esta biodiversidad también está vinculada con la gran pluralidad cultural y de sus pueblos originarios que han logrado mantener los procesos ecosistémicos clave en estos espacios de alta importancia para la humanidad. Por ende, resulta una gran responsabilidad el garantizar los procesos de conservación de esta inmensa riqueza natural y patrimonial, logrando su continuidad en el tiempo, para que sigan generando todos los beneficios ambientales, económicos, sociales y culturales directos e indirectos; aportando al nivel local, regional y global.
Sin embargo, todos los años sufrimos incendios de distinta intensidad en Bolivia. Los fuegos del 2019, serán recordados como uno de los sucesos más trágicos, hasta ahora, para los bosques de la Chiquitanía, el Chaco y la Amazonía boliviana; poco más de 6 millones de hectáreas fueron afectadas por los incendios forestales y ni siquiera fue el peor año para los bosques pues, el 2010, la magnitud de los incendios forestales estuvo en el orden de las 10 millones de hectáreas, lo que nos indica que cada año de este siglo hemos quemado varios millones de hectáreas en Bolivia.
La temporada de lluvias está terminando y el desafío para este año se presenta de gran magnitud; pareciera que tanto el modelo agroindustrial como el creciente número de grupos de colonos que se están asentando en las tierras bajas, se convertirán una vez más en las principales fuentes de focos de calor que luego se tornan en incontrolables incendios forestales, que en cuestión de horas arrasan miles de hectáreas; a esto también hay que sumar la recurrencia y mayor severidad de la sequía que año a año se presenta en la región Chaco – Chiquitanía.
Las áreas protegidas, especialmente las de categoría nacional, están atravesando una grave crisis económica, pues los presupuestos asignados para cada una son totalmente insuficientes, por lo que la sociedad civil, al igual que en años anteriores, se constituye en la principal aliada para poder contar con recursos frescos que sirvan para los preparativos más urgentes de cara a la próxima temporada de fuegos; arreglo de vehículos, disponibilidad de combustible o equipos de protección personal, son solo alguno de los ítems que se deben contemplar para hacer frente a las emergencias que parecen inminentes para el segundo semestre de la presente gestión.
Por otro lado, es urgente que el gobierno nacional derogue algunas leyes que parecieran incentivar el uso del fuego; en efecto, los incendios en Bolivia, en la gran mayoría de los casos, no son producto de factores naturales ni del cambio climático, sino más bien consecuencia de una política, que busca afianzar un modelo de desarrollo basado en el extractivismo, no solo de hidrocarburos o minerales, sino también de la agricultura y la ganadería extensiva. Por ello no es casual que, en la última década, mediante la promulgación de distintas normas, se haya posibilitado la ampliación de la frontera agropecuaria, dotando de tierras en zonas de vocación forestal donde la forma más barata de trabajar el terreno es a través de los desmontes y chaqueos.
Por ahora, las lluvias que aún están cayendo nos mantienen tranquilos y sin demasiada zozobra, sin embargo, es de vital importancia para nuestros bosques prepararnos convenientemente para que la época seca nos encuentre con las herramientas suficientes, primero para tratar de evitar cualquier tipo de incendios y luego, cuando estos se den de todas formas, tener una capacidad de respuesta adecuada a la gravedad del conflicto.