Nuestro país tiene la virtud de ser el hogar de una enorme cantidad de especies, tanto animales como vegetales. De hecho, Bolivia es parte de los 17 países considerados como megadiversos en el mundo, lo que también lo convierte en un lugar idóneo para el negocio de tráfico de especies. Según información de la Dirección General de Biodiversidad y Áreas Protegidas (DGBAP), al menos 120 especies nativas son comercializadas ilegalmente, dentro y fuera del país.
Muchas especies son cazadas y vendidas por piezas, como el caso de los colmillos de jaguar o las plumas de diferentes aves que se utilizan en trajes típicos, pero muchas otras son capturadas vivas y vendidas como mascotas, como en el caso de las parabas, monos y tortugas.
El tráfico de especies tiene dos caras representadas en quienes cometen el delito de captura y caza ilegal, por una parte, y quienes adquieren estos animales. Y mientras los primeros están absolutamente conscientes de la crueldad que implica esta práctica, muchas veces los compradores ignoran la realidad que se esconde detrás del animal que adquirieron de manera ilegal.
El pasado diciembre, en un recorrido del equipo de NATIVA por la propiedad de la Ceiba en Yacuiba, adquirida justamente con fines de conservación y monitoreo de fauna, nos encontramos con una situación terrible que justamente refleja la crueldad de la captura de especies, pues un grupo de personas talaron varias palmeras de la zona para atrapar crías de loro y comerciarlas ilegalmente. Aunque se ha liberado a los loritos, lamentablemente muchos estaban ya muertos por las condiciones en que los tenían y muchos otros también murieron después, desprovistos de sus nidos. Lo triste es ver cuánto daño se puede hacer para que solo unos cuantos, de cientos de loros, lleguen vivos al mercado; y que quienes hayan hecho este daño sean parte de pueblos indígenas que son, precisamente, los que más se benefician de los servicios ambientales.
Cuando una persona adquiere un animal nativo como mascota no toma en cuenta esta realidad, que muchos otros han muerto en condiciones terribles por las condiciones en que se los traslada, como en el caso de estos loros, o que, para tener un cachorro de zorro, por ejemplo, lo más seguro es que hayan matado a su madre previamente.
Vivimos en un sistema mercantil, donde todo parecería poder comprarse y venderse, donde se le puede poner precio a todo y nada más importa, pero es responsabilidad nuestra informarnos de las condiciones de explotación que se esconden detrás de los objetos que consumimos, al igual que de los seres vivos de los que buscamos apropiarnos. De las 120 especies traficadas en nuestro país, aproximadamente 70 están en peligro de extinción debido al comercio ilegal.
Sin compradores no hay tráfico; no alentemos estas actividades crueles comprando animales silvestres y ayudemos a denunciar a quien venda especies nativas. Seamos la voz de los que no tienen voz. Los animales pertenecen a la naturaleza, no les arrebatemos su libertad. #NoAlTráficoDeEspecies #SiComprasEresCómplice