CRECIDA DEL PILCOMAYO: CRISIS HUMANITARIA Y URGENCIA DE ACCIÓN ANTE EL CAMBIO CLIMÁTICO

La crecida del río Pilcomayo ha puesto en emergencia a las comunidades ribereñas de la región del Chaco boliviano. En Villa Montes, la alerta roja ha sido declarada luego de que el nivel del río alcanzara los 6.48 metros en Viña Quemada y 9.58 metros en Puente Aruma. Este ascenso ha provocado el desborde del río en diversas zonas, obligando a la evacuación de cientos de familias.

Inundación en comunidades Weenahyek (Crevaux, Mora vieja)

Inundación en comunidades Weenahyek (Crevaux, Mora vieja)

Las comunidades más afectadas incluyen a Capirendita, Tres Pozos, Cueva de León, Esmeralda, La Victoria y Cutaiqui, en el municipio de Villa Montes, así como Crevaux y D’Orbigny, en Yacuiba. El Gobierno Municipal de Villa Montes ha activado el Centro de Operaciones de Emergencia Municipal (COEM) para coordinar el apoyo a los damnificados, proporcionando víveres, frazadas y otros insumos esenciales. Sin embargo, las condiciones siguen siendo críticas, con comunidades aisladas y caminos intransitables.

El diputado por el Chaco, Eloy Maraz, advertía ya sobre el peligro de que la situación empeore.

“Hay una gran preocupación porque los caudales siguen aumentando en las microcuencas que alimentan al Pilcomayo, lo que significa que vamos a tener mayor cantidad de desbordes e inundaciones, lo que significa mayor pérdida de bienes, casas, animales, tanto mayores como menores. Es un gran impacto el que generará el Pilcomayo a través de esta gran crecida.”

Impacto en las comunidades indígenas y productoras

Para el pueblo Weenhayek, la crisis tiene un impacto aún más profundo. Su principal fuente de sustento, la pesca del sábalo, ha disminuido drásticamente en los últimos años debido a la sedimentación, la reducción del caudal del Pilcomayo y las intervenciones humanas en su ecosistema. Ahora, con la inundación, se enfrentan no solo a la pérdida de sus viviendas, sino también a la imposibilidad de acceder a recursos básicos para subsistir.

“Cada año salía pescado lindo, había dorado de 5 a 7 kilos, sábalo de 2 kilos o más. Ahora no hay. El 2024 hubo ‘olada’, pero los pescados eran pequeños y no se podía sacar nada. Por eso estamos en crisis y olvidados, porque no hay atención de las autoridades, dicen que no hay plata…” – Walterio Flores, comunidad Mora Vieja.

“Como indígenas tenemos como único sustento de nuestras familias el río Pilcomayo. Es la única fuente para paliar nuestras necesidades… Entonces, esta situación que está pasando la gente es muy grave.” – Rodrigo Segundo, 2do Capitán Grande ORCAWETA, comunidad Crevaux.

Comunidad Weenahyek «Bajo luna»

Ganado menor poniendose a resguardo del agua en D´Orbigny, territorio Weenahyek

Los productores de la región también enfrentan dificultades. La crecida del Pilcomayo ha afectado directamente a los medios de vida generado pérdidas económicas, agravando una situación ya precaria. La escasez de carburantes ha retrasado las atenciones de emergencia en algunos sectores, dejando a muchas familias sin asistencia inmediata.

Comunidad Esmeralda

Apiarios en Cutaiqui

Cambio climático y vulnerabilidad estructural

Eventos como este no son hechos aislados. En los últimos años, el Gran Chaco ha experimentado una frecuencia creciente de fenómenos extremos: sequías prolongadas, incendios devastadores e inundaciones severas. El cambio climático está intensificando estos eventos, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria, la biodiversidad y la salud de la población.

La adaptación a estos cambios ya no es una opción, sino una necesidad urgente. En este contexto, iniciativas como el programa «Municipios, Clima y Vida» de NATIVA buscan fortalecer las capacidades de los gobiernos locales para gestionar los efectos del cambio climático. A través de la elaboración de Planes Municipales de Adaptación al Cambio Climático, se trabaja en estrategias para mitigar los impactos de sequías, inundaciones e incendios forestales, promoviendo un desarrollo sostenible acorde con la realidad climática actual.

Sin embargo, la respuesta a estas crisis no puede limitarse a planes y documentos. Es fundamental que las autoridades locales y nacionales prioricen la prevención y la gestión del riesgo, asegurando recursos adecuados para enfrentar futuras emergencias.

Una emergencia que no puede esperar

La crisis en las riberas del Pilcomayo no es solo una tragedia humanitaria, es también una advertencia y un llamado a la solidaridad.

“Pedimos la solidaridad de la gente, que nos puedan colaborar para que podamos atender y llegar con lo necesario a estas familias que vamos a tener que evacuar a algún punto donde podamos tenerlas en buenas condiciones y darles lo que necesitan por los días que va a significar este alto crecimiento de agua en el Río Pilcomayo.” – Eloy Maraz.

Pero más allá de la ayuda de emergencia, urge un cambio en la gestión ambiental y del riesgo de desastres. No podemos seguir reaccionando solo cuando la tragedia ya ha ocurrido. Es momento de exigir políticas de adaptación eficaces, inversión en infraestructura resiliente y una mayor participación de las comunidades en la toma de decisiones sobre su propio territorio.

La solidaridad con quienes lo han perdido todo es el primer paso, pero lo más importante es actuar ahora para evitar que estas crisis se sigan repitiendo.