En días pasados se tuvo conocimiento de la muerte de al menos unos 35 cóndores, 17 hembras y 18 machos, presuntamente envenenados en la comunidad de Laderas Norte, a pocos kilómetros de la ciudad de Tarija. Esto se constituye en uno de los biocidios más graves registrados en nuestro país y de la matanza más grande de cóndores de la que se tenga registro en las ultimas décadas, más tomando en cuenta que las pocas investigaciones que se tienen de cóndores en Bolivia y Latinoamérica, refieren poblaciones pequeñas de esta especie, por lo que podríamos estar hablando de una seria afectación a la población de cóndores en la zona.
De acuerdo a las declaraciones del biólogo de NATIVA, Juan de Dios Garay, la muerte de estas aves dataría ya de unos 10 días atrás aproximadamente, y también se pudo observar osamentas de otros animales que habrían sido víctimas del mismo envenenamiento, como algunos perros y chivos.
El cóndor, que es un ícono y un símbolo patrio en nuestro país, es una especie amenazada y en peligro de extinción. En el mundo se calcula que existen alrededor de unos 6.000 ejemplares nada más, y en países como Ecuador se tiene registros de apenas un poco más de una centena de cóndores, lo cual significa que la pérdida de 35 cóndores representaría más o menos una pérdida de la cuarta parte del porcentaje total de cóndores de un país como Ecuador. Esto para graficar la gravedad del hecho, pero más allá de eso, existen impactos y daños colaterales mucho mayores, ya que es muy probable que estos cóndores hayan estado a su vez anidando, lo que también significa la muerte de pichones que no podrán ser alimentados. Incluso podríamos hablar de más de 35 cóndores porque solo se constató la muerte de los que se encontraron en el lugar, pero cabe la posibilidad de que otros hayan logrado volar y muerto en otro lado.
La pérdida de estas aves tiene impactos palpables en el ecosistema, considerando sobre todo que cumplen un rol fundamental como carroñeras, y se encargan de la limpieza de los distintos ambientes, consumiendo desechos orgánicos que de otro modo entrarían en proceso de putrefacción, volviéndose nocivos por sus cargas de bacterias. Haciendo esto también distribuyen esta materia orgánica en menores cantidades y pueden ayudar a fertilizar. De esta manera, pueden llegar incluso a beneficiar a poblaciones humanas, ya que se ocupan de consumir los restos de animales domésticos y silvestres, lo cual evita que se descompongan en áreas pobladas y que causen problemas de sanidad para los que allí habitan.
Más allá de encontrar a los responsables materiales de este biocidio, es importante que este hecho sirva para que se empiecen a implementar políticas mucho más serias de conservación de especies tan importantes, lo cual implica un trabajo de investigación sobre estos animales y registros actualizados de sus poblaciones. Es un momento para entender la importancia también de la educación ambiental, de que la gente conozca la importancia que revisten estas especies para todas y todos. Las causas de este envenenamiento masivo pueden deberse a factores voluntarios o involuntarios, pero lo que prima es la desinformación acerca de las graves consecuencias que acarrea actuar sin medir las consecuencias ambientales. Que esta tragedia nos sirva para avanzar en un compromiso mucho más serio en la protección y conservación de nuestro medio ambiente.
Es fundamental estar conscientes de que esta tragedia no termina aquí, sin duda queda un arduo trabajo para, en base a técnicas de monitoreo en investigación, poder determinar cuál es el daño real a la naturaleza: ¿cuántos cóndores en total fueron los que perecieron producto de este envenenamiento?, ¿Cuántos nidos activos quedaron con pichones desprotegidos?, ¿el envenenamiento estaba dirigido a los cóndores?, ¿o era a un puma o algún otro animal al que se quería exterminar con este método?; en fin, quedan muchas interrogantes que deberán ser respondidas a la brevedad y esperamos que las autoridades encaren esta situación con la seriedad necesaria.