En pleno corazón de la amazonía boliviana, dentro del parque MADIDI, se encuentra la TCO de San José de Uchupiamonas, una pequeña comunidad compuesta por 70 familias de origen quechua y tacana que tuvo el gran reto de dirigir de manera comunal uno de los más reconocidos emprendimientos ecoturísticos de los últimos años: el Chalalán.
La distancia entre Rurrenabaque o San Buena Ventura a San José de Uchupiamonas es aproximadamente de 2 horas en auto, pero solo desde hace unos años existe un camino transitable, antes la vía de salida era el río Tuichi y 7 horas de navegación si el tiempo era bueno y se podía costear el combustible de un barco a motor, o por el contrario 3 días de caminata por la selva hasta Tumupasa, la comunidad más cercana.
Las condiciones de vida, por lo tanto, siempre han sido bastante duras para los josesanos, y están acostumbrados a lidiar con adversidades de todo tipo, encontrando formas de salir adelante a pesar de ellas.
Este año, desde NATIVA en alianza con Conservación Internacional, comenzamos un trabajo en esta comunidad orientado al apoyo técnico para el fortalecimiento de la Gobernanza y gestión del pueblo indígena de San José de Uchupiamonas, con el objetivo de que los comunarios puedan reactivar y diversificar sus alternativas económicas para lograr una mejor calidad de vida.
La pandemia, como para muchas actividades turísticas en el país, significó un freno para muchos de estos emprendimientos; el Chalalán pasó de ser uno de los destinos turísticos más importantes y mundialmente reconocidos del país a quedar prácticamente fuera de funcionamiento, habiendo sido también el motor económico de San José por mucho tiempo.
Don Guido Mamani es uno de los josesanos más antiguos de la comunidad y nos relata que él fue partícipe del nacimiento del Chalalán, un proyecto que inició al mismo tiempo que la consolidación del Madidi como parque nacional. “Hemos visto como líderes crear una fuente de trabajo aquí en la comunidad.”, nos relata. “Con Zenón Limaco (otro comunario de San José) iniciamos la travesura de ir a la selva a buscar la laguna (del Chalalán), porque había muchos mitos, todo el mundo le tenía miedo, nuestros papás contaban que no se podía llegar… era un sitio sagrado el Chalalán.”
Don Guido nos relata que ellos se percataron de que esa laguna podía ser una gran fortaleza para la comunidad, y decidieron pelear por ella, ya que había muchos interesados, foráneos, en empezar a explotarla turísticamente. Sin embargo, a pesar de que existía la fuerza y la voluntad por parte de ellos de defender ese patrimonio natural, lo que les hacía falta era el dinero.
Yossi Ghinsberg, el israelita que se hizo famoso a partir de su aventura en la selva amazónica, mantuvo contacto con la comunidad años después de este suceso; el mismo quedó agradecido con la comunidad de San José ya que fueron ellos los que principalmente colaboraron en su rescate; es así que al ver la situación en la que se encontraban los josesanos, al no encontrar medios para defender el Chalalán, les propuso pensar en un proyecto y les prometió conseguir el dinero para elaborarlo. Pero no se quedaron solo en la formulación del proyecto, sino que luego salieron a buscar financiamiento para llevarlo a cabo. Don Guido junto con dos dirigentes más de la comunidad, estuvieron un mes en La Paz tocando la puerta de cada institución a la que pudieron hablando de porqué se debía invertir en el Chalalán, hasta que finalmente fueron escuchados por Conservación Internacional quienes consiguieron la financiación del BID quienes donaron 1 millón de dólares para sacar de una vez adelante el proyecto ecoturístico Chalalán.
El proyecto finalmente debía ejecutarse en 5 años, en los cuales, además de tener lista la infraestructura necesaria del albergue, se capacitó a la gente de la comunidad en cocina, guía de interpretación natural, atención de clientes, administración, contaduría e idiomas inglés y francés, de manera que ellos se hiciesen cargo por completo del emprendimiento una vez que finalizara el proyecto con CI. Finalmente, el año 2000, comienza a funcionar el Chalalán.
De esta manera nació el gran proyecto estrella de ecoturismo en Bolivia; sin embargo, fueron los problemas de organización y administración los que, al menos en los últimos años, han ido minando este emprendimiento hasta que finalmente la pandemia terminó por dejarlo en la cornisa. Hoy, el objetivo es volver a poner en pie este lugar.
Don Guido no solo fue partícipe del nacimiento del Chalalán, sino también de la transición de San José a su consolidación como TCO (Territorio comunitario de origen), es decir, la apropiación de su territorio a través de un título colectivo, lo cual les abrió un espacio para gestionar de manera autónoma su organización económica, social y cultural. Pero no siempre es sencillo organizar un modelo de gobierno que funcione y que deje a todos satisfechos; muchos de los dirigentes, actuales y antiguos, nos comentan que la situación ha sido complicada y que las fallas organizativas que ha tenido la comunidad han repercutido, no solo en los emprendimientos turísticos, sino también en otros medios de vida que sustentaban a la comunidad. Hoy por hoy, las condiciones de vida de las familias Uchupiamonas han vuelto a ser sumamente precarias y la migración constante amenaza con dejar un pueblo fantasma dentro de unos años.
Es por eso que, a partir de un diagnóstico inicial que comenzamos en una primera etapa, se buscará dar un acompañamiento técnico y legal constante al directorio de la comunidad y la organización de mujeres para poder encontrar, de manera conjunta, una mejor gobernanza de la comunidad que posibilite volver a levantar al Chalalán y otros emprendimientos turísticos a cargo de comunarios de San José que han nacido a partir de esta primera experiencia ecoturística y que ahora se agrupan en una asociación llamada ACETUR. Además de ello, se prevé relevar otras posibles actividades productivas sostenibles que brinden alternativas económicas a las familias uchupiamonas, tales como la reactivación de la producción del café y el chocolate; la ganadería y agricultura sustentable y la artesanía, como una manera de que no se pierdan saberes culturales que han pasado de generación en generación a través del tiempo.