La temporada de incendios forestales se adelantó con más de un mes iniciando en junio. Bolivia ha sido testigo de una crisis ambiental de magnitudes históricas, como la suscitada en 2019. A la fecha actual, las llamas han arrasado vastas extensiones de tierra, especialmente en el departamento de Santa Cruz, donde las regiones de la Chiquitanía, Pantanal y Cerrado se han convertido en campos de batalla. Cientos de miles de hectáreas han sido devastadas, y la lucha contra el fuego se ha transformado en una epopeya de resistencia que involucra a diversos actores en una batalla sin cuartel y sin respiro.
La batalla contra el fuego: seis semanas de desesperación
En las últimas seis semanas, los incendios han tomado una fuerza implacable. Más de 33 eventos de incendios han sido reportados en Santa Cruz, que ya suma más de 1 millón de hectáreas consumidas, según información del Comité de Operaciones de Emergencia Departamental de Santa Cruz COED (actualización al 18 de agosto), destacando el devastador incendio en San Matías. Roboré no ha estado exento de sufrimiento; hasta cinco focos de incendio simultáneos han hecho frente a la población, devastando más de 40,000 hectáreas y afectando gravemente a tres comunidades. Mientras el país celebraba sus festividades patrias el 6 de agosto, los bomberos, guardaparques y voluntarios estaban en el campo, combatiendo un enemigo que no da tregua.
Desafíos logísticos y escasez de recursos
La lucha contra los incendios se ha visto agravada por una crisis logística y económica. La situación socioeconómica y política ha limitado los recursos disponibles para la emergencia. Las unidades de bomberos han enfrentado interminables filas para obtener combustible, con camiones en Roboré recibiendo abastecimiento solo cada dos días y otras áreas, como San Matías, experimentando una escasez crítica. Los gobiernos locales, con capacidades técnicas y económicas limitadas, se han visto incapaces de desplegar recursos suficientes, y algunos municipios han agotado sus fondos destinados a enfrentar estos desastres.
Foto: Maicol Albert
Foto: Maicol Albert
Condiciones climáticas extremas: un obstáculo adicional
Las condiciones climáticas han jugado un papel crucial en la escalada de la crisis. La sequía extrema y los vientos cambiantes con rachas superiores a los 60 km/hr, han dificultado las operaciones de control. A pesar de la valiosa intervención del ejército y sus helicópteros, el fuego ha demostrado ser implacable. Las peticiones desesperadas de comunarios, bomberos y guardaparques por lluvia reflejan la urgencia de una solución que brinde un respiro tanto a las personas como a la naturaleza.
El impacto humano y ambiental: un costo incalculable
Las pérdidas humanas y materiales son una dolorosa realidad de esta crisis. La destrucción de viviendas y maquinaria, junto con el agotamiento del personal, subraya la magnitud del desastre. En la actualidad, tres de los cinco complejos incendios en Santa Cruz siguen activos: San Matías, Otuquis y Ñembi Guasu. Este último, iniciado el 4 de agosto, representa un grave riesgo de expansión hacia Paraguay si no se controla de inmediato.
Esfuerzos de respuesta y la necesidad de acción coordinada
Aunque la respuesta ha sido lenta, se están movilizando plataformas de apoyo a nivel departamental, nacional e internacional. Sin embargo, la coordinación y la efectividad de estos esfuerzos deben ser mejoradas para enfrentar la magnitud de la crisis. Es esencial intensificar las medidas preventivas, reforzar el control territorial y mejorar los sistemas de alerta temprana. La colaboración entre las comunidades, los bomberos y las instituciones es fundamental para mitigar los efectos de los incendios y prevenir futuros desastres.
Un llamado a la acción
El impacto actual de los incendios supera al de 2019, cuando Bolivia enfrentó una crisis similar. Con las condiciones climáticas empeorando y el riesgo de incendios en aumento, es vital reflexionar sobre la magnitud del desafío. Bolivia debe unirse para proteger sus recursos naturales y apoyar a quienes están en la primera línea de combate. La lucha contra el fuego es una prueba de resistencia y determinación, y requiere un esfuerzo coordinado para evitar una catástrofe aún mayor. La unidad y la acción efectiva son fundamentales para preservar la biodiversidad y las comunidades locales e indígenas.
Cicatrices del incendio:
San Matías, 1 de agosto de 2024
Otuquis, Puerto Quijarro, Puerto Suárez. 3 de agosto de 2024.