En las pasadas semanas, gracias a un detallado reportaje publicado por la revista “Nómadas” salió a la luz pública la construcción de un puente sobre el río Parapetí, construido por los menonitas que previamente compraron un total de 14.400 hectáreas al otro lado del río, parte de la comunidad de Cuarirenda, y que luego de la construcción del puente, comenzaron a desmontar de inmediato.
Como también es de conocimiento público, este sitio forma parte de uno de los humedales más importantes de nuestro país, los bañados del Izozog, y también de relevancia internacional, porque son un sitio RAMSAR. Un sitio RAMSAR es una tierra de protección, las tierras de protección están reguladas en la ley forestal como servidumbres ecológicas naturales y obviamente no pueden ser emitirse en ellas autorizaciones de desmonte. Pese a eso, ya se ha constatado el desmonte de al menos 3.000 hectáreas y se pretende continuar con las 11.400 que faltan.
Pero más allá de esta afectación directa a una importante fuente de agua, la construcción del puente genera una cadena de amenazas que se ciernen directamente sobre el Parque Nacional Kaa Iya y, a través de él, a todo el Gran Paisaje de Conservación Chaco – Pantanal, porque recordemos que los ecosistemas no tienen límites específicos y existe una simbiosis constante en la naturaleza que se ve afectada por las acciones antrópicas. Si bien los desmontes no se hacen dentro del Kaa Iya, avanzan hasta el límite mismo de este, cortando corredores ecológicos que conectan el hábitat de muchos animales con el parque, además de que, al afectar a las fuentes de agua, muchos animales que acudían a estos humedales en tiempos de sequía ya no podrán hacerlo.
El Kaa Iya es el Parque Nacional y Área de Manejo Integrado más grande de Bolivia y es la “última oportunidad de contar con una muestra representativa del bosque seco tropical chaqueño en buen estado de conservación de toda la ecorregión del Gran Chaco Sudamericano”, según estipula su plan de manejo. Además, el Kaa Iya es parte de un gran territorio de conservación que es el Gran Paisaje binacional Chaco – Pantanal, junto con los parques nacionales San Matías y Otuquis en Bolivia y Defensores del Chaco y Cabrera – Timane en Paraguay, además de otras áreas de conservación subnacionales como el Ñembi Guasu, Tucabaca y Guajukaka. Todo este paisaje único tiene el objetivo de conservar la biodiversidad de dos grandes ecosistemas, como son el Chaco y el Pantanal y conectar la biodiversidad entre ambos; demás está decir que, si el Kaa Iya se ve afectado por estas acciones antrópicas, las consecuencias pueden llegar a impactar directa e indirectamente a todas las áreas protegidas mencionadas.
Como dice el refrán, no debemos dejar que el árbol tape el bosque, muchos podrán pensar que el puente no tiene tanto impacto y que de hecho es un beneficio para las mismas comunidades indígenas aledañas al Parapetí, pero el problema es que ese puente abre una puerta directa a la deforestación y la afectación de fuentes de agua muy importantes; se deben evaluar maneras de cubrir las necesidades de la gente que habita ahí de una manera sostenible, lo cual se hace mediante estudios ambientales y sociales, entre otros; algo que corresponde hacer a las autoridades y no a privados.
Todos los esfuerzos de conservación realizados por las instituciones y la sociedad civil no tienen validez si se sigue pasando por encima de las leyes nacionales e internacionales y no hay una adecuada regulación de las mismas. Se debe hacer una campaña de información mucho más profunda sobre la importancia de los sitios RAMSAR y las leyes que los protegen, además de los procedimientos legales para construir obras con impacto ambiental, a la vez que una debida fiscalización de estas obras por parte de las autoridades. Si todos trabajamos en conjunto, seguramente podremos encontrar la forma en que todas y todos, seres humanos y animales, tengamos espacios dignos para vivir.