Brigadistas, bomberos y comunidades en la primera línea.

El fuego, cuando llega, no avisa. Es veloz, impredecible, devastador. Frente a esta amenaza cotidiana, son brigadistas voluntarios, bomberos municipales y comunidades organizadas quienes plantan cara cada temporada. Ellos no tienen grandes presupuestos ni equipos sofisticados, pero tienen organización, valentía y convicción.

Chochis

Chochís: Voluntarios sin recursos, pero con convicción

En Chochís, un pueblo rodeado por las verdes serranías de Tucavaca, la lucha contra los incendios se convirtió en parte de la identidad colectiva. Allí nació la primera brigada comunal de bomberos voluntarios, fundada por Odisver Casunari Cuéllar, quien desde su formación como guardaparque vio la necesidad urgente de proteger su territorio:

«Cuando formamos la primera brigada en Chochís, solo éramos algunos voluntarios y muchas ganas. Hoy somos 23 personas, incluyendo siete mujeres. No recibimos sueldo ni grandes apoyos, pero sabemos que si no estamos organizados, nadie vendrá a salvar nuestro monte».

Chochís no cuenta con vehículos propios para movilizarse rápidamente hacia los focos de incendio, y la falta de combustible limita aún más su capacidad de acción inmediata. Pese a ello, su fortaleza radica en el compromiso comunitario, en el entrenamiento constante y en la colaboración colectiva. Como explica claramente Odisver:

«Usamos drones, celulares, aplicaciones para alertar incendios. La tecnología es básica, pero nos ayuda muchísimo. Además, la cooperación comunitaria es fundamental: cada voluntario conoce su rol perfectamente. Sin esto, sería imposible defender nuestro territorio».

Las mujeres que combaten el fuego

Entre los guardianes del fuego, las mujeres son protagonistas. En Chochís, Peniel, Motacucito y muchas otras comunidades del Gran Paisaje, ellas encabezan tareas esenciales. Ana María Tomiza, delegada de la cuadrilla comunal en Motacucito, muestra la fuerza silenciosa pero decisiva de las mujeres:

«En nuestra cuadrilla somos ocho voluntarios, mujeres y hombres, pero las mujeres lideramos muchas acciones clave: logística, primeros auxilios, monitoreo. En terreno, nunca nos quedamos atrás».

En Puerto Suárez, la Directora de Medio Ambiente, Ilonka Suárez Rocha, destaca también este liderazgo femenino:

«Las brigadas comunales están compuestas principalmente por mujeres. Ellas lideran la gestión del riesgo y del cambio climático en sus comunidades. Sin su participación activa, el impacto del fuego sería todavía peor».

Estas mujeres no solo combaten el fuego: fortalecen el tejido social y ecológico de sus comunidades. Luchan contra los incendios y contra prejuicios, demostrando diariamente que la protección de la naturaleza también es territorio femenino.

Brigadista

Brigadas comunales: la mejor estrategia que nadie financia

A lo largo del Gran Paisaje, las cuadrillas comunales de brigadistas voluntarios se han convertido en la primera y más efectiva defensa contra los incendios. Pero irónicamente, son también las menos financiadas. La preparación y equipamiento llegan principalmente a través de ONG como FAN y NATIVA, pero rara vez cuentan con apoyo estatal constante.

Leonel Ábrego, bombero municipal de Roboré, expresa con claridad esta paradoja:

«Las brigadas comunales están en la primera línea siempre. Son los primeros en llegar y los últimos en irse, pero ni siquiera tienen transporte propio para movilizarse rápidamente. Es increíble la fuerza que tienen, pero necesitan más apoyo para sostener su trabajo».

En lugares como San Matías, el panorama no cambia. El Estado reacciona tarde, mientras los comunarios responden inmediatamente. Pero sin apoyo logístico suficiente, sin combustible ni vehículos, las brigadas tienen que ingeniárselas para enfrentar incendios masivos prácticamente solas.

Sin embargo, incluso en estas condiciones, la organización comunal sigue siendo el factor clave para evitar tragedias mayores. Capacitación anual, equipamiento básico, quemas preventivas, líneas de defensa, grupos de WhatsApp, drones para monitoreo… Estas estrategias, modestas pero efectivas, surgen desde abajo, desde la necesidad de defender un territorio que sienten como suyo.

El ejemplo de estas comunidades es potente y claro. No hay aquí héroes épicos, solo vecinos, mujeres, hombres y jóvenes que eligen voluntariamente proteger su casa, su paisaje, su modo de vida. En palabras sencillas pero rotundas de Odisver Casunari, comandante de Chochís:

«Este es nuestro territorio, nuestro hogar. Nadie vendrá a defenderlo si no somos nosotros. Y lo vamos a seguir haciendo, aunque nos falten muchas cosas».

Son ellos, los guardianes cotidianos del fuego, quienes, sin grandes discursos ni recursos, marcan la diferencia real. Su convicción, organización y compromiso son la mayor lección que deja cada incendio forestal: el verdadero antídoto contra el fuego descontrolado es una comunidad organizada, empoderada y decidida a proteger su entorno.