Estamos en pleno corazón de la Reserva Nacional de Flora y Fauna Tariquía, en el departamento de Tarija. La vegetación es abundante, hay árboles hasta donde alcanza la vista y el único sonido es la melodía del agua que corre más abajo, junto con el canto de los pájaros. Son las 9 de la mañana y los apicultores de las organizaciones AMEAT (Asociación de Mujeres Emprendedoras Agrícolas de Tariquía) y AART (Asociación de Apicultores de la Reserva de Tariquía) están reunidos en la comunidad de Pampa Grande para una reunión con NATIVA y Miel Maya Honing. Algunos tuvieron que salir muy temprano de sus casas para llegar a tiempo. Don Pedro Romero viene de la comunidad de Motovi y esta mañana caminó 2 horas y media en medio de la selva, subiendo cerros y cruzando ríos.
Don Pedro, o don Pedrito como lo llaman sus compañeros, trabaja como apicultor desde 1995. Él recuerda: “anteriormente, nunca sabíamos capturar abejas, aquí solamente sacábamos miel de los árboles, del monte. Encontrábamos un árbol, sacábamos la miel y la abeja a veces la metíamos fuego o la matábamos, como podíamos… solamente para sacar la miel y nada más”.
Cuando empezaron a tener talleres sobre apicultura, se enteró de que la abeja es muy importante para el ecosistema de su querida reserva y que es fundamental protegerla. Pero, sobre todo, él se dio cuenta de que, si aprendía a conocer este animalito y a manejar una colmena, podía llegar a tener oro entre sus manos: la miel, este producto tan delicioso y con infinitas propiedades alimenticias y curativas. Ahora, la prioridad de don Pedro es proteger la reserva, “cualquier persona que es apicultor y que entiende bien sabe que cualquier árbol es parte de su producción, por la flor, así que lo cuida al árbol. Ya no es como antes, cuando no sabíamos”.
Don Pedro fabrica sus propias cajas con madera de cedro que crece en el monte. Pero primero, hay que sacar un permiso del SERNAP (Servicio Nacional de Áreas Protegidas de Bolivia): cualquier persona no puede cortar un árbol de la reserva porque es una zona altamente protegida, y eso para evitar cualquier explotación forestal abusiva. Tampoco pueden pintar sus cajas con cualquier pintura para no dañar a la naturaleza o a las abejitas: tiene que ser un producto natural como aceite de linaza. El resto del material lo compra de la ciudad: rejillas excluidoras de reina, cera, alambre, etc.
Sus primeras colmenas, don Pedrito las creó buscando núcleos con reinas en el monte. Pero ahora, él aprendió a hacer divisiones y crianzas de reinas y así puede seguir aumentando su número de colmenas o llenar las cajas vacías cuando hay alguna colonia que migra. El apicultor tiene 28 colmenas. Uno de sus apiarios está cerca de su casa y otro está un poco más lejos. Para él, esta es la mejor opción, porque si llega una plaga a uno de los apiarios, todavía cuenta con el otro que está sano.
En los buenos años, don Pedro producía un promedio medio por colmena de 45 kg por año y llegó algunas veces a los 90 kg por año en algunas colmenas. Ahora, con el cambio climático, el promedio medio ronda los 20 kg. “No sé a qué se debe exactamente, yo soy técnico en apicultura, pero no somos botánicos para decir qué árbol ha florado o no, si de este [árbol] produce miel o de este no, etc.”
Don Pedro explica que le faltan conocimientos botánicos, de la flora nativa, para entender, por ejemplo, porque las celdillas no han sido operculadas por sus abejitas: ¿qué es lo que le ha faltado a su abeja para que la miel llegue a término? Tendría que saber si el árbol es nectarino o si es solamente polinizador, para poder cambiar sus colmenas de lugar en función a las floraciones.
Don Pedrito, con sus 78 años, habla de sus abejas con sabiduría y pasión: “cuando las celdillas de la colmena están operculadas es cuando la miel ya está madura”. Entonces procede a la cosecha. Antes, los apicultores de la AART tenían dos o tres extractoras de miel para todos los socios. Pero ahora, con la ayuda del municipio y de otras organizaciones, don Pedro cuenta con su propia extractora manual. Primero, desopercula los panales de sus colmenas y los pone en su extractora, que puede contener hasta 4 cuadros a la vez. La miel sale en un colador para ser filtrada una primera vez y él la conserva en baldes. Esta miel medio filtrada es llevada a Tarija, donde la filtran mejor, la envasan y la etiquetan.
La organización compra la miel a granel de don Pedrito al precio fijo de 35 Bs por kilo. Este monto es la remuneración justa para el apicultor y el margen de beneficio que toma la asociación es el monto necesario para cubrir el proceso. El objetivo no es aprovechar el producto entregado por los productores para generar grandes ingresos, sino crear una economía donde el comercio justo y el apoyo a los productores rurales es el fin.
La miel de don Pedro se encuentra en la tienda Alma de Monte, donde pueden encontrar productos de calidad provenientes del comercio justo. Con sus compras, apoyan a los productores campesinos de la región de Tarija.
Lisa Wolwertz – pasante del programa Miel Maya Honing en Bolivia