NATIVA no se ha detenido en tiempos de encierro de la humanidad. Tomando en cuenta todos los protocolos de bioseguridad, hemos salido de casa porque sabemos que el Covid-19 no es el único virus que anda suelto, que existen muchos otros que cada día atentan contra la vida silvestre, contra los árboles y todo lo que vive en los ecosistemas del país y más allá de las fronteras.
Iván Arnold, nuestro director y el valioso equipo humano de NATIVA así lo han venido haciendo con la misma fuerza a pesar de los tiempos malos: un caminar por las selvas y las montañas, por el valle y por el altiplano y por las tierras bajas de oriente. Lo han venido haciendo incluso en los momentos más difíciles de estos tiempos porque estaban enterados de que los que atentan contra el medioambiente no estaban en cuarentena, sino, haciendo de las suyas en las entrañas de la naturaleza: tumbando árboles, contaminando ríos, avasallando suelos no aptos para la agricultura, cazando animales en peligro de extinción, incendiando bosques.
Hace unos meses, Iván llegó a un lugar cercano de Tarija, recorrió 60 km en vehículo y cuando llegó a Yumasa (municipio de San Lorenzo), estiró las piernas, conoció al lugareño Adhemar Muñoz, un hombre de 53 años amante de la buena conversación y trepó hacia la cima de uno de los cerros desde donde contempló al gran cañón del Pilaya. Iván indagó sobre la información que existía a nivel internacional. Confirmó que tiene una profundidad de más de 3.000 metros y que eso lo convierte en el sexto cañón más profundo del mundo.
Un lugar prodigioso y alejado del ruido estremecedor de las ciudades, incluso de la misma pandemia ya que, a decir de Adhemar Muñoz, ni en su casa ni en su comunidad de una docena de habitantes el Covid-19 llegó, pero a pesar de eso tomaron infusiones de yerbas para aumentar la defensa de sus cuerpos.
En febrero de este 2021, el país se despertó con una triste noticia. Treinta cuatro cóndores habían sido encontrados muertos en Laderas Norte, una comunidad también cercana a la ciudad de Tarija. Las investigaciones de las autoridades descubrieron después que las aves fueron envenenadas con carbofurano, un pesticida altamente tóxico para aves y humanos y que es utilizado para combatir plagas de insectos. Entre otros datos, se supo que algún comunario había colocado el veneno en el cadáver de un chivo para utilizarlo como cebo para que caiga algún animal que atenta contra sus cabras y ovejas. Pero quienes llegaron primero a la carroña envenenada fueron los cóndores que, después de picotear, no pudieron alzar vuelo y quedaron tendidos y muertos en la tierra ondulada.
Muchos lloraron por el ecocidio y el país se enteró, además, que Tarija también era el cielo del cóndor, el ave emblema de Bolivia y que, al estar incluido en el escudo, es parte de la simbología nacional.
Sin duda, desde NATIVA levantamos la voz para para nunca más se vuelva a registrar este doloroso acontecimiento, esta matanza que golpea a la vida silvestre y que disminuye una población de cóndores, poniendo al ave voladora más grande del mundo en serios problemas para el futuro mediato.
A su vez, también creemos que este triste capítulo puede servir para que todo el municipio de Cercado, el departamento de Tarija y el país, abracen a Laderas Norte y a los cóndores, para que todo ese territorio se declare, lo antes posible, Área Protegida Municipal. Con esta coraza legal, será menos difícil proteger y salvar no solo al cóndor, sino a todo el ecosistema que habita en las montañas de Laderas.
También creemos que éste es un momento oportuno para ponerle un escudo protector a todo lo que pueda atentar contra las joyas naturales del departamento. El gran cañón del Pilaya es un tesoro que, si se lo utiliza bien, puede ayudar a desarrollar el turismo comunitario, que es lo que se necesita para que las comunidades rurales se potencien y logren una sostenibilidad económica y crecer en sus potencialidades porque sabemos, lo hemos comprobado, que el cielo de cóndores y la tierra del oso Jucumari están más cerca de lo que creemos.